Cuentos
Clásicos
BLANCANIEVES
En un lejano país, vivía una reina, tan bella pero tan vanidosa que no podía soportar la idea de que en algún lugar del mundo existiera una persona más hermosa que ella. Todas las mañanas preguntaba a su espejo mágico:
-Espejo, espejito mágico, ¿quién es la más hermosa de todas las mujeres de la tierra? -y el espejo contestaba: “En todo el reino no hay una doncella más bella que tú”.
Entonces la reina se alegraba muchísimo, porque sabía que el espejo nunca mentía. Entretanto, en un reino vecino, una doncella había tenido una hermosa niña llamada Blancanieves. Tenía la piel blanca como la nieve, los cabellos negros como el azabache, y las mejillas rosadas como las manzanas. Sus padres murieron al poco tiempo de nacer ella y Blancanieves fue cuidada por una vieja criada. Día a día crecía y se ponía cada vez más linda. Un día la reina preguntó al espejo:
-Espejo, espejito, tu que nunca mientes, ¿quién es la más linda en toda la tierra? El espejo contestó: -Mi amada reina, tú eres muy bella, pero Blancanieves es mucho más bella que tú.
La reina quedó tan enojada que se puso verde de rabia. Desde ese día, en su corazón quedó clavado un odio feroz hacia esa desconocida llamada Blancanieves.
Llamó entonces a uno de sus guardias y le ordenó: -Ve al palacio vecino y trae engañada a la doncella Blancanieves. Dile que la reina desea verla. Tráela por el bosque, pero, cuando pases por el lugar más desolado, deja allí a la niña, donde viven las más terribles fieras. Los lobos se encargarán de ella.
Cuando se acercaban a una hilera de álamos, el sirviente le dijo a Blancanieves: -En cuanto crucemos el bosque llegaremos a palacio-.
Pero cuando Blancanieves se dio vuelta para preguntarle “¿Cuánto tiempo de caminata tenemos?”, se encontró sola.
Caminó por entre los árboles tratando de encontrar una salida. En la oscuridad, las ramas espinosas parecían grandes brazos que querían retenerla, desgarrándole los vestidos.
En su recorrido por el bosque fue encontrando animalitos que la acompañaron y guiaron hasta encontrar la salida. Cruzando un arroyo claro encontró una simpática cabaña, se quedó un rato observando y comprobó que no había nadie.
¡Estaba tan cansada! Y tenía los pies tan doloridos que decidió entrar para reposar un rato. -Nada más que un ratito -pensó-, puedo tomar un poco de agua para calmar la sed. Y preguntó a los animales, sus compañeros de viaje: -¿Qué les parece, amigos, los dueños de casa me dejarán?
Los animales asintieron con la cabeza.
Entró a la casita y se sorprendió muchísimo al ver que todo era muy
pequeño y estaba muy desordenado. Encontró platos con restos de comida, ropa sucia, e! piso sin barrer, libros mezclados con herramientas y siete camitas pequeñas sin tender.
Bebió un poco de agua y probó restos de comida que había sobre la mesa.
-Estas personas deben haberse ido muy apuradas -pensó-, no han tenido tiempo para limpiar y acomodar un poco…
-Manos a la obra- dijo, y tomando una pequeña escoba se puso a barrer.
La casa pertenecía a siete enanitos que durante el día trabajaban en el interior de una montaña, sacando oro y piedras preciosas con sus picos y palas.
Cuando volvieron a su casa, los enanitos vieron que algo raro pasaba allí. Los libros habían vuelto a su lugar, los platos, vasos y cubiertos estaban limpios, los restos de comida habían desaparecido.
-Encendamos unas velas -dijo el enano mayor.
Lentamente fueron revisando la pequeña cabaña.
-lOh!- gritó el enano José al ver desde la puerta a Blancanieves que dormía sobre la cama de enano mayor.
-¡Oh Qué hermosa niña! -exclamaron todos al verla
-¡Qué piel tan blanca! -dijo uno
-Qué cabellos tan negros! -exclamó otro
-¿Cómo había llegado hasta aquí? -preguntó el enano Pedro.
¿Quién será? -dijo el enano Juan
¡Pobre! - exclamó el más pequeñín-, tiene los vestidos rotos.
-Dejémosla dormir, debe estar muy cansada -dijo el enano José.
A la mañana siguiente Blancanieves se llevó un gran susto al despertarse y comprobar que estaba rodeada por siete enanitos barbudos.
-¿Cómo te llamas, bella niña? ¿Cómo has llegado hasta aquí? -preguntaron ellos a coro. Blancanieves contó la historia.
-¡Esa malvada y envidiosa reina! ¿No sabe que la mejor belleza es la bondad? -dijo enojado el enanito José.
-Quédate a vivir con nosotros -dijo el enanito Juan. -¡Sí! ¡Sí! -aprobaron todos.
Desde ese día Blancanieves vivió con los enanos. Éstos le construyeron una cómoda cama de madera y le dieron un vaso, platos, cubiertos y todo lo que ella necesitaba para sentirse cómoda en su nuevo hogar.
Una tarde se oyeron golpes en la puerta. Blancanieves se acercó y al abrir encontró a una viejecita con una canasta llena de manzanas.
-¿Qué se le ofrece, buena señora? -preguntó dulcemente Blancanieves. _ -Estuve vendiendo mis manzanas durante todo el día -respondió la viejecita-, estoy fatigada. ¿No me ofreces un poco de agua fresca?
Blancanieves sirvió agua y la viejecita bebió rápidamente.
- Permíteme que te ofrezca una de mis mejores manzanas a cambio de tu amabilidad -exclamó la viejecita.
- Gracias -dijo Blancanieves- recibiendo una enorme manzana roja.
Al morder aquella sabrosa fruta Blancanieves cayó al suelo, al mismo tiempo que la viejecita se transformaba en la malvada reina.
-¡Ahora sí! -dijo-, yo, solamente yo, soy la más bella del mundo.
-¿Qué le has hecho a mi niña?-dijo el enano mayor muy enojado.
-Simplemente, la he hechizado, dormirá profundamente y para siempre. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! -rió la reina saliendo por la ventana
Sentían los enanos tanta pena que no entraba en sus pequeños cuerpos.
Construyeron para ella una caja de cristal y la colocaron sobre el verde pasto, entre los más altos árboles del bosque.
-Parece dormida -decían los enanos cuando pasaban a verla, al regresar de la mina. Una tarde mientras uno de los enanos leía su enorme libro de magia, gritó:
-Escuchen hermanos, tengo la solución para ayudar a Blancanieves
“La persona que coma una manzana hechizada, caerá en un profundo sueño, y sólo podrá despertarse si es besada por un joven y bondadoso príncipe, al que tomará luego por esposo”.
Reunidos en el bosque, los enanos discutieron quién sería el príncipe que rompería el hechizo.
-El único que puede merecer a Blancanieves es el príncipe Federico -dijo el enano mayor- él es valiente, joven, y como ella muy trabajador. Los enanos cruzaron la gran montaña y contaron la historia al príncipe.
-Los voy a ayudar -respondió-. Con seguridad esa joven debe ser muy bella y bondadosa para que ustedes hayan venido hasta mi castillo desde el bosque. El amor que ustedes sienten hacia ella es muy hermoso.
Se arrodilló frente a Blancanieves y la besó tiernamente. La joven abrió los ojos asombrada. Los enanos se acercaron locos de contentos al ver que su buena amiga se había recobrado y le contaron lo sucedido. -Si tú lo deseas serás mi esposa -
Desde entonces Blancanieves vivió muy feliz en compañía de su príncipe.