Página principal


Estás en:

Otros temas de
esta sección:

Actividades
Actividades
y dibujos
para imprimir

Fichas
Fichas, grillas
y notas para el
cuaderno

Cancionero
Cancionero

Cuentos
Cuentos y adivinanzas

Inglés
Inglés


Informática

_________________

Registrarse
Suscribirse al boletín

 E-mail
Contacto

____________

 

Cuentos Contemporáneos

Brujilerías
María Delia Minor
(¡Gracias, María Delia!)

Era una bruja piruja, maruja, de cabello rojo enrulado que los días de humedad se volvían traviesos y le caían en rulos sobre su frente. Sus ojos eran negros y saltones, su nariz grande, aunque no tenía ni un lunar o verruga y, su piel, blanca como la leche, a pesar de que siempre vestía de negro.

Todas las noches preparaba en su caldero pociones con patas de ciempiés, ojos de caracol y cola de babosa.

La gente del pueblo venía a pedirle que les cure un callo del dedo gordo del pie, o una verruga de la panza, o una uña encarnada y ella, siempre dispuesta, les regalaba sus pociones.

A veces todo salía bien, pero otras ¡se metía en cada lío!

Un día la visitó Doña Eduviges, que era la chismosa del pueblo, para pedirle que curara a su loro que se había quedado mudo y por más que ella le hablara, el loro no decía ni una palabra.

Nuestra bruja piruja, biruja, decidió ayudarla y preparó esa noche una sopa con lengua de mosquito y patas de gusano. El loro tomó la sopa... pero no habló.

Doña Eduviges muy furiosa visitó nuevamente a la bruja chiruja, miruja, para decirle que su loro seguía mudo. Fue entonces cuando la bruja firuja, fruja, decidió usar todo su poder y realizó un hechizo a la luz de la luna, lástima que esa noche hubo muchas nubes, para que el loro de doña Eduviges hablara.

No sabemos si fue eso, o qué fue, pero el lorito comenzó a hablar, pero no para pedir la papa sino para contar los chismes que decía Doña Eduviges, y aunque ésta trató por todos los medios de callarlo, el loro hablaba y hablaba sin parar.

Así fue como la bruja piruja, maruja, liruja, biruja, chiruja... decidió dejar de hacer hechizos y dedicarse al cultivo de rabanitos, que siempre le habían gustado en la ensalada.

(c) María Delia Minor

----------------------

¿Te gusta escribir? ¡Enviános tu cuento!

Búsqueda personalizada