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Qué es ser niño hoy

Raquel M. Barthe


Durante cuarenta años trabajé con niños y muchas veces escuché decir, "los chicos de ahora son diferentes".
No lo creo. En esencia siempre son iguales. Sin embargo, los que han cambiado son los adultos y ese cambio genera situaciones nuevas y desconocidas.
Entonces, ser niño en el siglo XXI es un oficio difícil y las nuevas generaciones tienen que adaptarse a las exigencias que les impone la sociedad.
Por un lado, el Marketing ha descubierto en los niños un target importante: el niño es un "consumidor". Y, si bien no es el decisisor de la compra, es quién ejercerá la presión en los adultos para que esta compra se realice. De esta manera se los bombardea desde todos los medios, tratando de crearles necesidades que en realidad no tienen. Y entre tantos productos para su consumo, también se inventarán los juguetes para "no jugar", que serán coleccionados y ostentados como símbolos de estatus entre ellos o entre los padres.
Por otro lado, los padres ya no tienen claro qué significa educar un hijo. Las generaciones anteriores, equivocadas o no, con buenos o desastrosos resultados, sabían qué clase de adultos deseaban que fuesen sus hijos y la educación se orientaba hacia esa meta.
Pero hoy no hay metas y existe tanto miedo a equivocarse, que se deja de educar.
Los niños tienen lo que se supone es "libertad", aunque sólo sea "dejar libres las pulsiones" o, en otras palabras, pueden "hacer lo que quieran". No se le imponen límites para no "frustrarlos" y no se les exigen responsabilidades, en un exceso de protección (o sobreprotección). Los padres ceden ante el "quiero" y el "compráme", justificando, "si todos lo tienen, no es bueno negárselo".
Sin embargo, por otro lado, las exigencias para que este niño de hoy llegue a ser un adulto triunfador y exitoso, les impone nuevas y pesadas cargas para prepararse: hace cincuenta años, concurrían a la escuela en un turno de cuatro horas y, en algunos casos menos todavía, ya que existía el "turno intermedio".
Hoy los mandan a escuelas de jornada completa (doble turno) con materias extra-curriculares que se dictan fuera del horario escolar y el poco tiempo que les queda en sus hogares se destina al estudio, investigación y otras tareas escolares. Pero sus obligaciones no culminan allí porque si queda algún rato libre, seguramente se complementará su educación con la práctica de deportes, estudio de idiomas y cualquier actividad que, supuestamente, los preparan para el futuro y que les impide tener acceso al ocio. Sí, porque en este moderno oficio de ser niño, ya no hay lugar para el tiempo libre, para jugar, para disfrutar, para divertirse o, simplemente, para leer.
Y quizá sea por eso que los padres tratan de compensar esta carencia con sustitutos materiales (en lo posible caros y ostentosos), golosinas y falta de límites.
Por otro lado se los limita y controla en muchos aspectos en los que se deberían ayudarlos a crecer, a independizarse, a recorrer de la mano de los adultos, en forma gradual y progresiva, ese camino que va de la independencia a un estado de mayor autonomía.
En otros casos, se los estimula más allá de lo que corresponde a su edad y madurez. Tal es el caso de la sexualidad, permitiendo que tengan acceso a películas, series, publicidades, revistas, etc., sin olvidar los supuestos espectáculos o programas televisivos donde se muestran situaciones adultas trasladadas a la infancia, como si fuesen la realidad del niño que termina trasplantándolas a su vida cotidiana, aunque no pueda ser capaz de entenderlas y manejarlas.
Y no olvidemos las exigencias de rivalidad y competencia a las que son sometidos, tanto en los deportes como en los estudios; exigencias que terminan por suprimir todo placer por el juego sano. También se anula la auténtica relación con el conocimiento, ya que los chicos se ven obligados a estudiar para el maestro y para los padres y obtener buenas notas como se obtiene un trofeo, en lugar de aprender para saber y para que les sirva en la vida cotidiana.
Las nenas de hace dos generaciones jugaban a "la mamá" y ese juego les permitía identificarse con su realidad y poder asimilarla. Así ellas se ponían en el rol de su propia madre y el muñeco eran ellas mismas.
Pero las muñecas modernas ya no son bebés o nenas, sino mujeres adultas con cuerpos adultos y una vez escuché a una maestra de nivel inicial decir, "¿puede una nena jugar a ser la mamá de una muñeca con tetas?". Evidentemente la respuesta es NO. Entonces, ¿a qué juega esa niña? A proyectarse en el futuro siguiendo ese modelo.
Deberíamos reflexionar acerca del modelo a seguir, aunque Lisa Simpson ya lo hizo en un episodio de la serie, no obstante que a muchos les haya pasado inadvertido el mensaje.
Y para concluir, otra observación interesante: los "niños pies vírgenes" que pese a tener edad suficiente como para caminar (entre los 2 y 3 años), viajan en cómodos carritos con un chupete en la boca.
Y sin embargo... en esencia, ¡son los mismos niños de siempre!

 

Buenos Aires, 13 de noviembre de 2004

 

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